7 nov 2011

INFORMACION SOBRE PROVERBIOS 3

Un mashal habla demostrativamente y contiene, con frecuencia, una comparación

Una segunda característica de muchos meshalim es su lenguaje demostrativo y el uso abundante de imágenes y comparaciones.A los israelitas les gustaba este vivaz modo de hablar, como a casi todos los semitas. Cuando Natán fue a reconvenir al rey David, lo hizo mediante el rodeo de su conocido mashal, 2 S. 12. Isaías comparó a Israel con una viña, y a los hombres de Judá con las plantas, Is. 5.

La Sagrada Escritura no conoce en absoluto el modo de hablar metódico y conceptual de nuestros teólogos, (el cual procede de los sistemas de pensamiento griegos, y que han invadido el hablar escriturístico
tan fuertemente que tenemos dificultad para entender las Escrituras).

La Palabra de Dios llega con asuntos (y no con consideraciones), y los presenta de manera viva y concreta.
Esto hicieron también los poetas autores de los meshalim.Se esforzaron en concebir constantemente nuevas imágenes y comparaciones. No abordaron a sus lectores con teorías áridas que ellos ni siquiera tenían sino que los dejaron andar por una galería de imágenes. Leer Proverbios significa contemplar o mirar grabados: de labradores perezosos y mujeres pendencieras, gentes melancólicas y alegres, taciturnas y locuaces,
jueces y testigos. Es como si los sabios a cada paso nos dieran un golpecito en el hombro, diciendo: -¡Mira!


Una comparación es aún más sorprendente que la otra: «El que inicia la discordia es como quien suelta las aguas; abandona, pues, la contienda, antes que se complique», Pr. 17:14
«Pesada es la piedra, y la arena pesa, pero más pesada que ambas es la ira del necio», Pr. 27:3. Quien entiende en proverbios debe reconocer con vergüenza que la predicación corriente en nuestros púlpitos ¡es tan endeble, tan pobre en imágenes, tan poco atractiva y sin humor!

El Verbo hecho carne, aplicó el mismo método.  Los meshalim son típicos del lenguaje de nuestro Dios Yahvéh en su Palabra. No podía, pues, ser de otra manera que el Verbo de Yahvéh hecho carne, nuestro Señor Jesucristo, aplicara el mismo método. Era el método de su Padre, de Yahvéh. Por eso nuestro excelso Maestro no llegó con consideraciones ajenas al mundo, sino con el gran asunto del Reino; y lo pintó ante los ojos de sus oyentes; lo comparó en sus proverbios con un grano de mostaza, un tesoro escondido, una red de arrastre, la simiente que alguien sembró en su campo y la levadura que una mujer puso en tres medidas de harina, Mt. 13.

No precisamos ni por un instante resaltar sus parábolas para oírle hablar demostrativamente. Recordemos, una vez más, el sermón del monte (Mt. 5-7), en el que a los creyentes preocupados les señaló los pajarillos que quizá revoloteaban por allí, y los lirios entre los que se sentaba para enseñar. La vida de la iglesia la comparó con el andar por un camino estrecho o el entrar por un nuevo pórtico, cosas que muchos hacían, probablemente, a diario. Las consecuencias de malentendidos respecto al hablar imitativo de la Sagrada Escritura y de nuestro Salvador pueden ser desastrosas, como lo demuestra la funesta batalla de la Santa Cena acerca de las palabras: «Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado...», Lc. 22:19s. Los creyentes israelitas y los primeros cristianos provenientes del paganismo no tuvieron problema alguno al respecto, porque no conocían aún ni lo más mínimo el hablar imitativo oriental y el estilo conforme al Pacto.

Un mashal puede, velada o abiertamente, burlarse de alguien

Ya señalamos el mashal en que Isaías dejó oír la bienvenida burlona con que los espíritus en el reino de los muertos saludarían al temido rey de Babilonia, Is. 14. Los autores de los proverbios también podían mofarse espontáneamente de alguien, como en estos proverbios: «El perezoso mete su mano en el plato, pero ni aun es capaz de llevársela a la boca»,Pr. 19:24.«Como zarcillo de oro en el hocico de un cerdo es la mujer hermosa pero falta de sentido», Pr. 11:22.
Semejantes meshalim burlones no los encontramos ni por asomo en la enseñanza de nuestro Señor, aunque alguna vez hablara irónicamente, cf. Mt. 7:15 y 23:16,24.

  Un mashal puede hablar, a veces, enigmáticamente

Cuando Natán hubo contado a David el mashal del rico avaro que robó la única cordera, el rey exclamó indignado: «Vive Jehová, que es digno de muerte el que tal hizo. Debe  pagar cuatro veces el valor de la cordera, por haber hecho semejante cosa», 2 S. 12:5 y ss. Aquí se puede ver cómo alguien puede oír un mashal aparentemente sencillo sin captar el significado del mismo. Justo cuando el profeta llegó a su explicación («Tú eres ese hombre»), se le encendió una luz a David y comprendió el mashal.
Como auténticos orientales, los israelitas eran muy dados a semejantes enigmas; no hay más que recordar la boda de Sansón, Jue.14. Tan aparentemente clara, pero a la vez misteriosa manera de expresarse, podía excitar poderosamente la atención.
De ahí que los sabios, a veces, también formularan sus lecciones con algo menos de transparencia a fin de excitar la atención y perspicacia de sus oyentes. Los meshalim producen un impacto y se pegan a la memoria. Así, Proverbios también sirve «para entender los proverbios (mashal) y sentencias,las palabras de los sabios y sus enigmas (meshalim) «, Pr. 1:6. Efectivamente, algunos proverbios hay que leerlos más de una vez antes de comprenderlos.

El Predicador, en Eclesiastés, de vez en cuando también gusta de poner a sus lectores ante un enigma. A veces, su enigmática forma de escribir tiene algo excitante; y también ésa era su intención, como se evidencia por el final de su libro: «Las palabras de los sabios son como aguijones, y como clavos hincados las de los maestros de las congregaciones»,Ec. 12:11; pues quieren excitar a reflexionar o discurrir.
Meshalim ocultadores, de un agraviado Rey Jesús, también nuestro Señor Jesucristo llegó cierto día con
meshalim que no explicaban su enseñanza, sino que la escondían.
No es que Él, al comienzo de su ministerio, utilizara inmediatamente los proverbios. Primero, y durante largo
tiempo, invitó amigablemente a todo Israel a aceptarle como el Mesías-Rey prometido. Con este fin, también Él relató meshalim -véase el sermón del monte-, pero éstos también eran parábolas que explicaban su predicación. Apenas cuando la muchedumbre de los judíos le hubo rechazado, comenzó el Señor a contar meshalim que escondían su enseñanza. Eran excitantes meshalim enigmáticos.

Al oírlas por primera vez, también estas parábolas (comparaciones) parecían tan sencillas que un niño podía comprenderlas. «El sembrador salió a sembrar... El reino de los cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo quedó leudado», Mt. 13:33. Esto parece tan claro como el día, pero no hay que equivocarse. También David pensó que comprendía la parábola de Natán, y sin embargo no se había enterado.
Así ocurrió también con los aparentemente sencillos meshalim como el del labrador y el de la levadura. La mayoría de los judíos no comprendían lo que Jesús quería decir con ellos; como hay un gran número de cristianos que tampoco los comprenden actualmente.

Sus discípulos se maravillaban de este cambio en la forma de la enseñanza de Jesús. «¿Por qué les hablas por parábolas? -preguntaron, Mt. 13:10. Naturalmente, querían decir en semejantes parábolas enigmáticas’, pues tampoco ellos mismos las comprendían. Aquí se puede ver cuán ofendido y enojado estaba Jesús cuando comenzó a enseñar en meshalim enigmáticos, pues, como explicación les señaló la profecía de Isaías: «Oíd bien, y no entendáis; ved por cierto, pero no comprendáis. Embota el corazón de este pueblo, endurece sus oídos, y ciega sus ojos, para que no vea con sus ojos, ni oiga con sus oídos, ni su corazón entienda», Is. 6:9s., Mt. 13:14s.
Así estaban las cosas entre Jesús e Israel cuando llegó con sus enigmáticos meshalim. La mayoría de los judíos se había mantenido sorda a lo que enseñaba. «Por eso les hablo por parábolas: porque viendo no ven, y oyendo no oyen ni entienden», Mt. 13:13. ¡Con sus parábolas quería hacer, a los judíos malévolos y desafectos, no más fácil creer en Él, sino precisamente más difícil!
Ellos eran de «los que están fuera», que oían hablar del Reino de Dios solamente en parábolas, «para que (¡!) viendo, vean y no perciban; y oyendo, oigan y no entiendan; para que no se conviertan, y les sean perdonados los pecados», Mr. 4:11-12. Si esta cita bíblica la colocamos junto a las arriba citadas de Mateo 13, obtenemos el siguiente orden histórico de los acontecimientos: Los judíos rechazaron a Jesús. Esta fue la acción con que todo comenzó. A lo cual siguió la reacción airada de Jesús: Por eso (Mt. 13:13) les hablaré por parábolas. ¡Para que (Mc. 4:12), en adelante, más difícilmente entiendan mi predicación!
Y eso es lo que sucedió, según el efecto que estas parábolas obraron en los oyentes. Algunos quizá las encontraron «cosas halagüeñas» (Is. 30:10), pero a la mayoría del pueblo se les perdió el significado: Que el Reino de Dios no llega con violencia carnal, sino sólo por la Palabra y el Espíritu de Dios que obran silenciosamente como la semilla en un campo, y la levadura en la harina. Estando a ciegas, como ellos querían estar (Mt. 13:15), no vieron que Jesús destruyó con ello su imagen política del Mesías. Tampoco pidieron una explicación posterior, pues cuando Él se hubo expresado ellos continuaron su orden del día, sin haberse vuelto más sabios.

Por el contrario, los discípulos de Jesús reaccionaron de forma diferente. Tampoco ellos había comprendido lo que el Señor Jesús quería decir con estos meshalim, pero al menos les habían excitado suficientemente como para pedirle una explicación posterior, Mt. 13:10ss., Mc. 4:10, Lc. 8:9. Y cuando todo el mundo se iba a casa, Él les daba la aclaración solicitada, Mt. 13:18-23, 36-52, 21:31, Lc. 7:42s., 10:36. Así es como Jesús, mediante estos meshalim, escogió sus oyentes y llegó a ver quiénes eran seguidores superficiales, y quiénes discípulos deseosos de aprender.
Así fue como Él no trajo paz, sino división, Mt. 10:34s. Pues Él podía decir: «Aprended de mí, que soy manso y humile de corazón» (Mt. 11:29), sin que ello quitara que Él fuera
realmente el gran Rey de la profecía. La incredulidad de Israel era nada menos que la profanación de la Majestad y el rechazo del Rey. ¡Y eso después de oír todas sus palabras amorosas y sus milagros! Por eso condenó aquella actitud rebelde con estos proverbios. Lecciones que esconden el significado.
¿No querían escucharle? Pues bien, ¡jamás podrían hacerlo, en adelante! Él les escondería el Reino. Por eso escogió la encubierta forma de doctrina de los meshalim que Israel conocía de sus libros de sabiduría.

No se lean, pues, las parábolas con demasiada ingenuidad, como si fueran cuentecitos idílicos de un Jesús infinito que suplica humildemente que crean en Él. Hay que considerarlas mejor como pruebas de la terrible realidad de que el pueblo de Dios también puede llegar a oír un juicio en la Palabra de Dios. Por cierto, el corazón sacerdotal de Jesús siempre se conmovió por este pueblo, pues Él siguió hablándole, e incluso camino del Gólgota lloró por Jerusalén. Pero esto no quita que aquellos, aparentemente bonitos, proverbios fueran la predicación amonestadora de un Príncipe despreciado por aquellos a quienes Él decía: -’¿No queréis escuchar?
Ya no lo podréis hacer más; ahora, en vez de aclarar mi mensaje, lo oscureceré. Aún podíais aprestaros a creer en mí, ¡pero qué pena que no ha sido así! Este Jesús se dirigió con meshalim a Israel.
Fue un Rey despreciado que determinó que el conocimiento de la fe del Reino de Dios fuera ahora así: «A cualquiera que tiene, se le dará y tendrá más; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado», Mt. 13:12.
Desde entonces, los desafectos oyentes comprendieron aún menos a Jesús, y los deseosos de salvación atravesaron un umbral con estos meshalim. Y esos meshalim «ocultadores» aún siguen estando en la Biblia. La Sagrada Escritura nos ofrece, pues, una parte de la enseñanza de Jesús sobre la venida del Reino de esa forma concreta. De esa manera, Cristo, también en nuestro siglo, hace que sean revelados los pensamientos de muchos corazones», como Simeón ya profetizó acerca de Jesús, Lc. 2:35. Los meshalim separan continuamente los discípulos carnales de los espirituales, lo mismo que sucedía en el antiguo Israel.

El reino de los cielos no llega por activismo carnal, sino por sembrar la Palabra de Dios y la levadura del Espíritu de Dios. Así enseñaba Jesús en sus meshalim. Era la lección antigua: «No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos», Zac. 4:6. Con ello condenó Jesús no sólo las expectativas militares y revolucionarias judías, sino también toda clase de variaciones cristianas de aquellas. Sin embargo, ¿quiénes sienten aún esos «aguijones» antitéticos (Ec. 12:11) en las parábolas de Jesús?

Cuando a determinados cristianos activistas los ves, oyes o lees preocupados, es de temer que apenas comprenden cómo les afectan, precisamente a ellos, las parábolas de Jesús. Las consideran quizá como ilustraciones bonitas en la predicación de Jesús, pero, al mismo tiempo, hay oyentes sordos para los que aquí suena el juicio de Cristo sobre toda clase de actuales fachendistas en el Reino de Dios. Eso ocurre tan silenciosamente como el crecimiento de una semilla en el campo o la acción de la levadura en la masa. Estos meshalim, pues,aún pueden ser oídos y leídos sin ser comprendidos.
Pero, para un remanente,o residuo fiel, también en este tiempo se cumple: “Pero, bienaventurados vuestros ojos, porque  ven; y vuestros oídos, porque oyen”, Mt. 13:16.




Extraído del libro PROVERBIOS de Frans van Deursen (FELiRe)
                        



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