15 nov 2011

INFORMACION DE PROVERBIOS 4

A veces, un mashal habla muy severamente
 

Así pues, un mashal no sólo puede excitar por su oscuro modo de hablar, sino también por su aguda manera de decir las cosas. Algunos se expresan incluso tan severamente que uno se pregunta: ’Por cierto, ¿aún no sabía aquel poeta que el asunto tiene otros aspectos?’ Sobre todo en Proverbios y Eclesisatés se pueden encontrar muchas de esas expresiones extraordinarias. Nosotros les quitaríamos fuerza mediante adiciones como: «por así decirlo» y «como quien dice»; pero aquellos poetas no quitaban fuerza a sus proverbios.
Muchos ejemplos de éstos se pueden ver agrupados en Proverbios 3. La lección directa de este capítulo suena así: «En el cumplimiento de los mandamientos de Dios hay rica recompensa». Eso puede alargar tu vida, aumentar la salud, redundar en beneficio del descanso nocturno, allanar los caminos y dar riqueza y honor. 

A este respecto, quizá nos hemos preguntado alguna vez: -’Pero, ¿acaso ocurre eso siempre? ¿Acaso éstas son reglas en las que no existe excepción alguna? Estos interrogantes pueden surgir en cada página de Proverbios.
Por citar un par de ejemplos: «Jehová no dejará que el justo padezca hambre», Pr. 10:3. Pero Israel conoció también sus hambrunas, y ¿acaso no las sufrieron los justos? El profeta Eliseo,
durante una hambruna, se encontraba en la sitiada Samaria, 2 R. 6:24ss. Asímismo, nosotros mismos conocemos creyentes que durante «el invierno del hambre de 1944-1945» murieron
de hambre en la Europa oriental. Por consiguiente, veces Dios permite que el justo padezca realmente hambre; pero, entonces, ¿no se cumple siempre el proverbio mencionado?
Dos ejemplos más: «Ninguna adversidad acontecerá al justo, pero los malvados serán colmados de males», Pr. 12:21. Pero, David dijo: «Muchas son las aflicciones del justo», Sal. 34:19.
«Corona de honra es la vejez que se encuentra en el camino de la justicia», Pr. 16:31. ¿Vale esto también respecto de Semeí, acerca de quien David encargó a su hijo Salomón: «Pero ahora no lo absolverás, pues eres un hombre sabio, y sabes cómo debes tratarlo para que sus canas desciendan con sangre al Seol», 1 R. 2:9. Por tanto, la vejez no siempre es una corona de honra. ¿Cómo debemos, pues, entender esos proverbios severos?


a. En Proverbios, el acento recae en la regla.
 

Para empezar, debemos leer tales meshalim como poesía, y ésta tiene el derecho de usar un lenguaje que un hombre corriente pueda desaprobar en esto o aquello. Además, los sabios querían decididamente impresionar a sus lectores, y por ello no sólo se expresaron de manera intuitiva y enigmática, sino también aguda y severa. Comúnmente, los colores
chillones excitan con más fuerza, y la exageración esclarece.
Tampoco hay que olvidar que los sabios quieren enseñar a los más jóvenes, y que la juventud no gusta de prolijidad.
Además, una expresión aguda se aprende de memoria con más facilidad (pues el creyente, entre los conocimientos que posee, debe atesorar una cierta cantidad de proverbios). Como buenos maestros, los sabios ponían naturalmente más acento en las reglas que en las excepciones. Por otra parte, ¿acaso no hacemos eso nosotros mismos? -’Si obras lo mejor posible, saldrás adelante en el mundo’, -enseñamos a nuestros
hijos. En ese momento guardamos silencio acerca de tantos trabajadores esforzados que, sin embargo, padecen pobreza.
 

Los mismos sabios sabían muy bien que exponían excesivamente un solo lado de la verdad. Por eso, no debemos leer, ni siquiera los proverbios, desligados del gran contexto
del libro en que están. Un proverbio completa a otro. «Nunca respondas al necio de acuerdo con su necedad, para que no seas tú también como él», Pr. 26:4. El poeta no quería decir eso como una expresión absoluta, pues un poco más abajo leemos: «Responde al necio como merece su necedad, para que no se tenga por sabio en su propia opinión», Pr. 26:5.Algo parecido encontramos en los proverbios acerca de las ventajas del trabajo diligente. «Toda labor da su fruto», Pr. 14:23.Sin embargo, el mismo libro también dice: «La bendición de Dios es lo que enriquece, nuestro afán no le añade nada», Pr. 10:22, (cf. Versión Nácar-Colunga, «B.A.C». y su nota).
Es claro que los sabios aquí dan reglas sin mencionar las excepciones al respecto. Son meshalim poéticos que excitan intencionadamente; son expresiones que recíprocamente, una
y otra vez, se complementan, y por eso nunca se las debe desligar de la totalidad de esta enseñanza. De esa manera se tiene ya mucho menos problema con las aparentes «contradicciones» y «unilateralidades» en Proverbios.
 

b. No hay que crear contradicción alguna entre Proverbios y Eclesiastés.
 

Sin embargo, quizá alguien quisiera alegar algo contra lo anteriormente mencionado: -’Todo muy bien, pero cuando David con cientos de justos fue empujado al desierto; o cuando toda
la ciudad de Samaria padeció hambre, incluido el profeta Eliseo; o cuando el piadoso Daniel fue al destierro como uno de los primeros; entonces no estamos ante las excepciones a la reglas de Proverbios, sino que, en esos casos, esas mismas reglas caen por tierra; y ¿qué hacemos entonces, si las promesas del mismo libro de Proverbios no parecen encajar? Eso no lo solucionamos con algunas indicaciones sobre la manera de hablar, a veces aguda y excitante, del mashal’.
Ciertas explicaciones de los libros sapienciales intentan solucionar esta dificultad con ayuda de una construcción determinada. Las esperanzas de los sabios de Israel se habrían
movido, a lo largo del tiempo, en una línea descendente desde un punto culminante en Proverbios, a través del patrón de expectación más bajo en Job, hacia el punto inferior y casi
sin perspectiva en Eclesiastés.  


Así pues, a estos tres libros algunos los resumen como sigue:  
Proverbios: A quien teme a Yahvéh, le va bien.
Job: A quien teme a Yahvéh, no siempre le va bien.
Eclesiastés: A quien teme a Yahvéh, le va igual que a quien no le teme
.


Esta idea fracasa comenzando por el libro de Proverbios mismo, que señala muchísimo dolor e injusticia en la vida de los justos. También según Proverbios, no siempre les va bien a los piadosos (a esto volveremos más adelante). Y si la doctrina «optimista» de Proverbios efectivamente fuera combatida por el libro de Job, y vencida por el libro de Eclesiastés, ¿por
qué, pues, el libro sapiencial apócrifo de Jesús ben Sirach, que llega posteriormente, se remonta sobre Eclesiastés y Job nuevamente hasta Proverbios?
Además, en esa teoría se tiene muy poco en cuenta las
peculiaridades del mashal, que quiere hacer reflexionar a sus oidores. Por eso, no sólo habla imaginativa y concretamente, sino que a veces también lo hace de manera aguda y severa, y alguna vez incluso parcialmente. 

Quien olvida esto, injustamente tiene a Eclesiastés por un pesimista que presentó una demanda de quiebra de la sabiduría bíblica de la vida. Nosotros consideramos la mencionada teoría como una invención evolucionista, y ciertamente no como un elemento
auxiliar apropiado para comprender Proverbios cuando, aquí y allá, no parece concordar, como sucede, por ejemplo, cuando se da el caso de que un David debe huir y un Eliseo padece hambre y un Daniel es llevado al destierro. No es que entonces Proverbios esté anticuado, sino que se lee equivocadamente.

c. No hay que leer Proverbios como un libro suelto, atemporal, sino como uno de los libros del Antiguo y Nuevo Pacto.
 

Puesto que Proverbios contiene tantas expresiones sueltas, fácilmente podríamos llegar a considerarlo como un cuaderno de hojas sueltas, como algo perdido en la Biblia. Sin embargo, nada más lejos de la verdad. Proverbios pertenece, como todos los demás libros de la Biblia, a los libros canónicos del Antiguo y del Nuevo Pacto. Descansa, lo mismo que los Salmos, en la base de la Toráh y también está estrechamente unido con ella (al comentar Pr. 1:7 volvemos sobre esto). Téngase en cuenta que los autores de los proverbios conocieron la
bendición y la maldición que Moisés había enseñado a Israel como disposiciones del Pacto, Lv. 26, Dt. 28; y que sabían  que la bendición y la maldición de Dios iban unidas a la vida de obediencia o rebeldía de Israel, según las exigencias del Pacto de Dios, cf. Pr. 11:11.
La resonancia de esta enseñanza se oye en Proverbios. Éste no ofrece una sabiduría neutral o comúnmente humana; y tampoco una recopilación de proposiciones supratemporales
religiosas que surgen siempre y en todo lugar. ¡No! Proverbios contiene una sabiduría relativa al Pacto. Deja oír el eco de la bendición y maldición del Pacto de la Toráh.

Por eso mismo, siempre se debe tener en cuenta la situación del pueblo de Dios cuando nos preguntamos si ciertos proverbios se cumplen. ¿Los aplicamos en un tiempo de abandono del Pacto, o de retorno al mismo? ¿Un tiempo de juicio y destrucción, o un tiempo de paz y alivio? 
No nos está permitido aplicar las Sagradas Escrituras de modo caprichoso; lo cual ya hemos
expuesto ampliamente al comentar el Salmo 46. 7 Y esto también se debe aplica a Proverbios.
 

Efectivamente, este libro promete a los justos que ellos, en el camino del temor de Yahvéh, no padecerán hambre, andarán caminos llanos, se granjearán el cariño y aprobación a los ojos de Dios y de las gentes, sus graneros se verán llenos de abundancia y seguirán seguros su camino, sin que su pie se detenga; aunque algunos como el profeta Jeremías -y así hubo muchos- vieron muy poco cumplido de todas estas profecías. Pero, ¡para eso vivió también en un tiempo en que las llamas del enojo de Dios se extendieron sobre Israel! Y si la maldición del Pacto de Dios alcanza a su pueblo, no se debe esperar que la bendiciones de Proverbios desciendan completas. Así pues, este libro puede ofrecer a los piadosos honor y caminos llanos, y sin embargo Jeremías es arrojado vilmente en un pozo embarrado y no pasa por caminos llanos, sino que acaba en el calabozo. Y entonces, en aquella situación, ¿no podía haber dicho: -’Yo exijo pan, paz y una vida larga y segura porque Proverbios lo promete’? Por supuesto que el Dios Todopoderoso puede saciar en las cuevas a un remanente piadoso de su pueblo, 1 R. 18.
Pues aunque los justos, bien es verdad, en tiempos de vindicación del Pacto deben sufrir con los impíos en todos los aspectos, Dios también los colocó muchas veces en una posición de excepción, 1 R. 18, Is. 7: 14s, 21ss, Jer. 45, Daniel.

En tiempos semejantes, los justos sumisos y humildes no presionarán con las promesas de Proverbios, sino que más bien se ocultarán en una habitación recóndita, hasta que el enojo haya pasado, Is. 26, Am. 5:13, cf. Pr. 28:28.
Por lo demás, Proverbios mismo también atestigua que los sabios no consideran iguales todos los tiempos. «El que cultiva su tierra se saciará de pan», Pr. 28:19. Pero de esto no se puede hacer ninguna regla de acero, pues Salomón también sabía que: «En el barbecho de los pobres hay mucho pan, pero se pierde por falta de justicia», Pr. 13:23. Si Dios castiga a su pueblo con el dominio de los impíos o por un ataque enemigo, Pr. 28:19 cae por tierra, entonces, «el pueblo se desenfrena» (Pr. 28:18) y «se esconden los hombres» (Pr. 28:28). Cuando Dios quita su paz (Jer. 16:5), esto también se refiere frecuentemente a la paz de la que Proverbios está lleno.
Por consiguiente, sobre todo no debemos olvidar que nosotros leemos el libro de Proverbios a principios del siglo XXI, recién concluido el siglo XX que ya vio producirse juicios tan duros sobre los antiguos pueblos cristianos. Vemos que nuestros respectivos países y otras partes del mundo se hunden en el período postcristiano en el que, en todas partes, la sabiduría del hombre autónomo se eleva sobre la sabiduría de Salomón. El Remanente piadoso de nuestro tiempo naturalmente puede suplicar que Dios, en su clemencia, aún quiera dejar que degustemos algo de la paz de la sabiduría de Proverbios. Pero si vemos que algunos proverbios no se cumplen, con toda razón se puede hacer esta humilde pregunta: ‘¿Quizás las revoluciones, como un flagelo de Dios, seguirán haciendo pedazos la vida buena que Proverbios anuncia?’ Y en lugar de reprochar a Dios, se reconocerá humildemente: “Justo esJehová” (que nos visita con su azote), 2 Cr. 12:6.
Esperamos que este capítulo acerca de las peculiaridades del proverbio pueda evitar malentendidos cuando después vayamos a leer el libro de Proverbios; en cualquier caso, ya
hemos avisado por anticipado. En este libro de la Biblia no se obtiene ningún sistema justo, y aún menos en esta explicación del mismo. El libro ofrece lo que su título promete: proverbios.
Proverbios de sabios que encontraron reglas en que, ciertamente, también existen excepciones que omitieron por razones pedagógicas. ¡Que jamás se desligue la sabiduría de
Proverbios del marco del Pacto de Dios y la situación general del pueblo de Dios en nuestro tiempo!
Como ya vimos, nuestro Señor Jesucristo, en su enseñanza, se unió estrechamente a la forma de enseñar de los autores de Proverbios. Tampoco rehuyó los proverbios fuertes, p. ej., cuando nos aconsejó arrancarnos nuestro ojo derecho o cortarnos nuestra mano derecha, cuando éstos nos condujeran al pecado, Mt. 5:29-30, cf. Jn. 6:27a, Mt. 19:12. Es notable que,
precisamente Él, concluyera sus proverbios con las palabras: «El que tiene oídos para oír, oiga», Mt. 13:9, Lc. 14:35; o con la expresión: «El que sea capaz de recibir esto, que lo reciba», Mt. 19:12.

¡Cuánto debe nuestro Señor Jesucristo haber amado el libro Proverbios, pues Él mismo compuso hermosos meshalim de toda clase! Naturalmente, primero, por su sabiduría, pero
también por su forma: la de los meshalim gráficos, concisos y, a veces, disfrazados. Su amor a los libros de la sabiduría puede evidenciarse en los ejemplos siguientes:
Lo que dijo (Lc. 14:8-10) acerca de aquellos que aman los primeros asientos, cf. Pr. 25:6-7; y, un poco antes (Lc. 12:20), acerca del rico insensato, cf. Ecl. 6:1-2; y en Jn. 3:12-13, donde
responde a Nicodemo con unas palabras de Agur, cf. Pr. 30:4
.




Extraído del libro PROVERBIOS de Frans van Deursen    (FELiRe)

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